sábado, 16 de enero de 2010

Matan con el auto y no sienten culpa

Tesy De Biase
Para LA NACION
Las fallas humanas causan el 90% de los accidentes de tránsito, de las que resultan unas 22 muertes evitables por día en la Argentina, unas 8000 anuales. Designar a los responsables de estos hechos es patrimonio de la Justicia, pero asumir estas responsabilidades excede el terreno legal.
Investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata hallaron que, en general, los autores de accidentes automovilísticos que desembocaron en muertes o lesiones graves no se perciben a sí mismos como culpables. Y no terminan de asumir su responsabilidad, aun luego de haber recibido la correspondiente condena judicial.
En equipo con la fiscalía de Mar del Plata, las licenciadas Alicia Zanghellini, Eugenia La Rocca y Erica Del Buono coordinaron en 2009 grupos de reflexión con 30 personas de 18 a 65 años procesadas y sentenciadas por haber lesionado o matado a otros en un accidente de tránsito.
Las conclusiones del trabajo, presentadas en el reciente Congreso Marplatense de Psicología, producen escalofríos. El primer dato que sorprendió a las psicólogas fue el relato "desafectivizado" de los participantes.
El atropello y muerte de un semejante -con el agravante de haberlo provocado- no les despertaban una respuesta afectiva: ni culpa ni dolor. Apenas la molestia por los inconvenientes que el proceso judicial les estaba ocasionando.
"Esta sugestiva anestesia emocional evidencia la degradación del otro como similar, como semejante. Implica un no reconocimiento del otro, que recién se hace presente cuando se impone con su cuerpo golpeado en el parabrisas y aparece como un objeto molesto. No hay conexión con la muerte del otro", comenta Eugenia La Rocca.
Si el otro no existe o es apenas un objeto que dificulta la circulación, no es de extrañar que su destrucción no genere culpa.

La vida de los demás
Pero, sugestivamente, la actitud cambia frente a la sanción, que se inicia con el registro de las huellas digitales en la comisaría. Los primeros encuentros se desarrollaron en torno a la dificultad para poder implicarse en tanto responsables del hecho por el que fueron imputados. Los participantes mostraron impotencia y sensación de injusticia por haber sido procesados cuando ellos no se consideraban los responsables del accidente.
El grupo manifestó sentir mucha frustración debido a las fallas de la ley, en el proceso de sus causas, ineficiencia en las personas involucradas tanto en los peritos como en las personas que declararon como testigos, y junto a esto el haber sido tratados como criminales en el momento de dejar las huellas digitales en la comisaría.
"El daño moral no te lo saca nadie", "nadie respeta nada", o "nadie tiene en cuenta la vida de los demás" fueron algunas de las frases escuchadas en el grupo. Pero cuando llegó el momento de iniciar los trámites legales a través del reconocimiento de su identidad a través de las huellas digitales, los participantes se manifestaron afectados porque sintieron que eran considerados "delincuentes o asesinos".
"No hay reconocimiento entre lo correcto y lo incorrecto hasta que no hay sanción. Hasta entonces toda forma de autoridad es vivida como autoritarismo", concluye Alicia Zanghellini.
Pero este extrañamiento respecto de la ley no parece privativo de quienes cometieron un delito de tránsito de consecuencias fatales. Basta detenerse en cualquier esquina para observar que las transgresiones a las normas de tránsito están particularmente generalizadas. No es difícil encontrar conductores agresivos que actúan como si los peatones fuesen sombras que se pueden atravesar.
De acuerdo con el equipo de investigadoras de la Universidad Nacional de Mar del Plata, el fenómeno que aparece con tanta crudeza en el terreno de la inseguridad vial no es ajeno a lo que está sucediendo en nuestra cultura, que promueve el individualismo y no facilita, justamente, el encuentro solidario entre las personas.
En su trabajo describen la falta de credibilidad generalizada en la Justicia, el descrédito o desautorización de las figuras representativas del poder, el vaciamiento de sentido del proceso judicial y del sentido de la pena y un extrañamiento respecto de los derechos, deberes y responsabilidades.
Aparece diluido o distorsionado el concepto de responsabilidad individual, hecho que no es difícil comprobar en diferentes escenas de la vida cotidiana.
"En tanto se responsabiliza a los representantes del gobierno y la Justicia, se desresponsabilizan los sujetos en tanto ciudadanos. Queda la idea de que siempre la solución debe venir desde arriba, pero lo importante es recuperar el sentido de justicia y de solidaridad con los otros como semejantes, asumiendo que existen una responsabilidad individual y una colectiva", concluyo Zanghellini.
Claves
Participantes El estudio se realizó a partir de un grupo de reflexión del que participaron 30 personas, de 18 a 65 años, sentenciadas por haber lesionado o matado a otros en accidentes de tránsito.
Sin respuesta afectiva La muerte de la persona a la que habían atropellado no les generaba ningún tipo de respuesta afectiva, sea ésta dolor o culpa.
Victimización Los participantes del estudio expresaron una sensación de injusticia por haber sido procesados por haber causado accidentes de los cuales ellos no se sentían culpables. Manifestaron además frustración por los inconvenientes que les generaba el proceso judicial.

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